También contrarias a la postura de
Durkheim, Bárbara Rogoff (1993) enfatiza
la participación guiada del niño en su socialización, considerando que
se presenta en todo grupo social, pero mantiene rasgos específicos de la
cultura a la que pertenezca; específicamente se refiere a las formas en que el
niño aprende activamente en interrelación con otros. Mariëtte de Hann (1999),
agrega, que la cultura y sus diversas formas son establecidas por cada grupo
social, y que ello se lleva a efecto con la interrelación de la institución
familiar, y de la escuela. (2)
Si
bien la satisfacción a necesidades básicas y la interrelación con otros
ván gestando en los niños diversas
formas de introyectar las experiencias de socialización y su adaptación social importante es
diferenciar entre la socialización primaria y la secundaria para explicar las
variantes que nutren la expresión de la diversidad.
(2)
Bermúdez
Urbina, Flor Marina, Núñez Patiño, Kathia (
). Socialización y aprendizaje
infantil en un contexto intercultural.
a) Socialización
primaria. Es el proceso a través del cual el niño crea su concepción del mundo
que le rodea, a través de la plasticidad neurológica, la dependencia hacia los
adultos, y la sensibilidad creadora de la infancia y niñez. Sus fines son para
alcanzar sentido de pertenencia y de estatus como miembro de una sociedad,
requiriendo a estructurar significantes
tanto cognoscitivos como emocionales.
b) La socialización secundaria. Se refiere a cualquier proceso posterior; en
ella las personas interiorizan una serie de mundos, dentro de los que se
encuentran las instituciones, la división para el trabajo, las organizaciones
de filiación, etc. Estas experiencias de
socialización son cada vez más
complejas, respondiendo a los subgrupos de la sociedad y no necesariamente
requieren de significantes emocionales.
Cuando
así sucede, la llamada resocialización o readaptación social es la vía a partir
de la cual, la sociedad misma ofrece oportunidad de que las personas pueden
transformar la visión e ideario de la socialización primaria, para favorecer a
nuevos significantes, especialmente de índole emocional. Sin embargo, ya que
obliga a enfrentar los déficits de una socialización infantil en la adultez, es necesario que las personas
participen en el proceso mismo; que supere sentido de status creado en su
pasado; enfrentar con fortaleza yoica las sanciones del grupo de referencia o
de la sociedad, presentándose ante ello, la llamada socialización anticipatoria
(A través de la cual, la persona adopta un grupo de referencia distinto al
grupo en el que construyó su sentido de pertenencia, y reproduce comportamientos
afines para ser aceptado).
De acuerdo a Martine Abdallah-Pretceille
2001(3), el aprendizaje de la
socialización conforma la cultura entre los individuos y entre los grupos
sociales, teniendo a la vez, dos funciones: Una función ontológica que permite
al ser significarse frente a los demás, y una función instrumental que facilita
la adaptación a nuevos entornos, produciendo comportamientos y actitudes, es
decir, cultura.
Sin embargo, socialización y cultura no están exentos de
status y roles sociales, implícitos en la expresión del comportamiento y del
ideario que les cobija. Así, el status es producto de la evaluación que hace de
él la sociedad, aunque puede variar en función de los contextos en los
que interactúe. Los roles
sociales se refieren a las reglas de comportamiento que se esperan en relación
a su persona. Mas allá de una postura determinista, la concepción dinámica de los roles sociales y su
posibilidad de transformación puede
llegar a pautar nuevos status y por consecuencia, modificar el ideario en la
cultura.
A fín de
comprender el reto que significa la
concepción de Diversidad funcional dentro de la sociedad del S. XXI, en
particular ante el grupo celular de la sociedad como lo ha sido la familia, es
importante no olvidar que el status adscrito ha sido el recurrente para
destinar a las personas con déficits motóricos, perceptuales y cognitivos,
cuando es una característica de su persona al momento de nacer. Por
consecuencia, tanto status como roles influyen en las prácticas de crianza y en
la educación de los niños, diversificándose ante el tipo de deficiencia orgánica, la intensidad de la
afectación, y la manifestación de capacidades para la vida en sociedad, bajo el
estigma de normalización.
El status
adquirido, es mayormente asignado a las personas que en la adultez enfrentan un
déficit orgánico, el cual requiere de adaptación de manera autónoma,
demostrando con ello, la posibilidad de independencia en los diferentes ámbitos
del cotidiano, bajo la huella de la funcionalidad social.
A su vez, el status principal, se refiere
a la forma en que cada sociedad valora las actividades institucionales; así, si
una sociedad se organiza en las relaciones de parentalidad, el status familiar
es preponderante; si una sociedad se
organiza en la riqueza económica, el status más preciado sería quizás de tipo
profesional.
Independientemente del status que la sociedad confiera a las personas
con Diversidad Funcional, aún prevalecen condiciones de exclusión e inequidad.
Para la Declaración sobre una Cultura de Paz de
la Organización de las Naciones Unidas de 1999 (4), los
países y las sociedades, a través de una educación que reflexione, impulse y
valore los derechos humanos, podrían coadyuvar a combatir a la opresión con que
és concebida y comprendida la
situación de Diversidad Funcional, en hombres y mujeres. Incidiendo transversalmente y de manera
intergrupal, entre las personas con y sin diversidad; de una forma
intra-grupal, ante las diferencias de género,
edad, orientación sexual, niveles escolares y laborales, acceso a
independencia, tipología y grado de diversidad funcional. Haciendo frente a la
vez, a la violencia de la pobreza, la
discriminación, o la dependencia obligada.
Una pretensión de tal magnitud,
por tanto, asignaría responsabilidades a las distintas agencias de
socialización (Familia, grupos de
iguales, escuelas, asociaciones varias,
y medios de comunicación masiva),
concebidas como las vías a partir
de las cuáles se trasmiten y modifican
los conocimientos, las actitudes y los valores, a la vez, creando y recreando la cultura.
Particularmente, siendo la familia la
agencia que socializa al niño a partir de reglas y valores con orígenes
exógenos, entre algunos la creencia religiosa, la clase socioeconómica, la
etnia, puede explicársele como simple trasmisora de creencias, ideas y pautas
de conducta; sin embargo, de acuerdo a la teoría de la estructuración social de
A. Giddens, puede romperse la dicotomía entre estructura social e individuo, ya
que son éstos quienes construyen, objetivizan y pueden modificar subjetivamente
las prácticas sociales; todo ello a partir de la conciencia práctica.(5)
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