lunes, 11 de febrero de 2013

Educación a competencias parentales.


Si bien la Reforma Educativa impulsada para un desarrollo integral de los escolares que cursan y egresan de la educación básica en el SEM se fundamenta en un modelo basado en competencias, y a la vez, recomienda en diversas ocasiones favorecer la participación de padres de familia, así como las modificaciones a las prácticas de gestión escolar, aún carece de ofrecer criterios formales hacia la oferta escolar en relación a las figuras parentales.

 

Al respecto, la experiencia de educación parental bajo enfoques de un modelo en competencias, se ha inicia en contextos de riesgo psicosocial, y de carácter jurídico, caracterizados por  desintegración y violencia intrafamiliar. Ejemplo de ello, son las aportaciones de Barudy y Maryorie (2005) quienes sugieren entender por  competencia parental como capacidades que tienen los padres para, cuidar, proteger y educar a sus hijos asegurando un sano desarrollo como parte de la parentalidad social y no biológica.

Sugieren el uso del término resiliencia,  como la capacidad o recursos para mantener un proceso normal de desarrollo a pesar del daño que han causado  las condiciones difíciles de maltrato  en que niñas y padres viven, o han vivido.

 

Bayot, Hernández y De Julián (2005) citan a Grisso, para sustentar que estudios e instrumentos para evaluación de competencias parentales se pueden clasificar en dos grupos: Los que se refieren a habilidades parentales, y los que se avocan a identificar situaciones de maltrato.
 
Rodrigo, Martín, Cabrera y Máiquez  (2009) conciben el concepto de competencia como integrador, ya que remite a la capacidad de las personas para generar y coordinar respuestas (Afecto, cognición, comunicación y comportamientos); capacidades que a la vez son adaptativas a corto y largo plazo ante demandas de sus tareas vitales y de las oportunidades  que les otorgan los contextos de desarrollo, la familia, la escuela, los iguales y el ocio. Por tanto, es un concepto multidimensional, bidireccional, dinámico y contextual.
  Así, definen a las Competencias Parentales, como
 “El conjunto de capacidades que permiten afrontar de manera flexible y adaptativa  la tarea vital de ser padres, de acuerdo a las necesidades evolutivas y educativas de sus hijos,  en  los estándares considerados aceptables por la sociedad, y con el  aprovechamiento de  oportunidades y apoyos que les proporcionan los sistemas familiares.” [1]
 Este mismo autor refiere a Hawkins, Catalano y Miller (1992), quienes enfatizan que las competencias parentales requieren tres elementos:
 
a)    Oportunidades para ponerlas en práctica.
b)    Habilidades para enfrentar las oportunidades.
c)    Reconocimiento social  al rol y desempeño  de asumir la  parentalidad.
Para White 2005, las competencias parentales son resultado de ajuste entre las condiciones psicosociales en las que vive y convive la familia, siendo por tanto, el escenario educativo  que los padres o tutores construyen para desempeñar la parentalidad como tarea vital, en concordancia a las características de integrantes de menor edad.
Las características de los hijos tales como vulnerabilidad y resiliencia, deben considerarse por otros agentes educativos para intervenir acerca de las competencias parentales a potenciar en los progenitores. Ya que niños con
prematurez y bajo peso al nacer, discapacidad física o psíquica, problemas de conducta, hiperactividad,  y otros trastornos del desarrollo pueden suponer ajustes y compensaciones no necesarios para otros niños.
Por tanto, para Barudy y Maryorie (2005),  puede promoverse resiliencia a través del Apego seguro (Sea selectivo o múltiple);  hacer conciencia de la realidad individual, familiar y social; el apoyo social de actividades informales o comunitarias;  los aportes materiales para contrarrestar situaciones de pobreza; la intervención escolar; y la búsqueda de compromisos éticos, sociales, religiosos, incluso políticos.
A la vez, divergen de otros autores respecto al concepto de agencia parental; para el autor ésta se referirá al hecho de que los padres se sientan y asuman como protagonistas activos, capaces y satisfechos del rol parental. Para Bayot, Hernández y De Julián (2005)  la agencia se refiere a la responsabilidad de educar a los niños, por lo general asumida por las familias (Por afiliación, alianza y cohabitación);  progresivamente esta agencia se hace partícipe a la escuela, en la necesidad de satisfacer necesidades para el desarrollo y educar para su participación en la sociedad; y posteriormente, a la responsabilidad adjudicada por poderes del Estado, en relación a confiar en otras familias de acogida a menores cuya familia de origen no ha resuelto dificultades en su desarrollo físico, psicológico y social.
Para este autor, las competencias parentales deben referir las aptitudes, actitudes, cualidades y comportamientos que los padres y las madres realizan habitualmente, ya que todos estos aspectos influyen en los comportamientos y personalidad de sus hijos.
En experiencias de educación formal, el Modelo del Programa de Educción Inicial no Escolarizada a través de su Plan Formativo (2005) considera que el desarrollo de competencias en los niños es el eje central para la intervención hacia  agentes educativos, ya que se  requiere de fortalecer y desarrollar las competencias personales y sociales de padres y madres para conseguir los primeros fines, así como del sentir y saberse competentes ante otros padres y ante su comunidad.  Al ubicar el enfoque de competencias parentales en un marco de refiera una educación centrada en la persona y es sus formas de aprender, así como en el apoyo de un currículum que responda a la realidad y a los contextos sociales de los beneficiarios, supone una intervención educativa eficaz y significativa.
 Para Bartau, Maganto y Txeberría (Sin fecha),   la formación de padres  indica una acción formal para  incrementar  la conciencia de los padres y la utilización de sus aptitudes y competencias parentales. A la vez, sugieren algunos indicadores acerca de la necesidad de educación para la parentalidad, entre estas:
 
a)    La motivación de los padres acerca de desempañar óptimamente su rol, ya que se enfrentan a rápidas circunstancias de cambio.
 
b)    Los procesos de nuclerización familiar,  la diferenciación y especialización de roles,  la distancia geográfica de las generaciones familiares, y el incremento del trabajo fuera del hogar.
 
c)    El incremento de la incidencia del divorcio y las familias reconstituídas, el abuso infantil,  los problemas emocionales y la alta incidencia del embarazo en la adolescencia.
 
d)    Creencias en los padres acerca de mayores riesgos, que la parentalidad del pasado, observando el consumo de drogas e índices de suicidio en niños y adolescentes.
 
e)    Así como la idea de que la educación de niños y de los padres son los instrumentos más eficaces para incrementar la capacidad de las naciones, cubrir necesidades y lograr aspiraciones de desarrollo humano.
Para Bornstein y Bornstein (2010),  en particular las habilidades parentales y los estilos de crianza pueden tener efectos inmediatos y duraderos en el funcionamiento social de los niños en áreas que van desde el desarrollo moral, juegos entre pares, hasta el desempeño académico.
Debido a que  los padres guían a sus hijos desde una dependencia total hasta las primeras etapas de autonomía, garantizar  el desarrollo adecuado  de los niños requiere equilibrar por un lado sus demandas de madurez y de disciplina, con el fin de facilitar la integración de los niños a la familia y al sistema social, manteniendo una atmósfera de afecto, receptividad y protección.
Por tanto,  las actitudes y las prácticas parentales  forman parte de sus competencias, y si éstas durante los años de infancia y niñez  preescolar no reflejan un balance apropiado  en los factores de madurez y disciplina, los niños pueden vivir una serie de dificultades de adaptación.
En las aportaciones de los Servicios de  Educación Especial en México, se encuentra el documento Mapa de Competencias Parentales elaborado por   la USAER VII-30, con sede en la ciudad de México, D. F.  (Sin fecha)  en el cual se  define a  las competencias parentales como  el  conjunto de capacidades, destrezas y conocimientos que un cuidador adulto tiene para proporcionar a los menores: Nutrición, cuidado, protección y educación de manera pertinente, oportuna y consistente, para formarlos como personas sanas, solidarias, productivas y exitosas. Sin embargo, esta definición no hace referencia a la situación contextual de las familias.

 
                                                                
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


[1] RODRIGO, MARTÍN, CABRERA Y MÁIQUEZ.  Las competencias parentales en Contextos de Riesgo Psicosocial. Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal. vol. 18, núm. 2; Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Madrid, España. 2009, pp. 115. 2009. Disponible en: redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/1798/179814021003.pdf
 
 
 

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